Luego del bochorno que pasó ante las cámaras, Don Emilio está a punto de desquitarse con el agente Harold Ortíz, quien aprovechó que pasaba con su patrulla por delante de Don Emilio durante el velorio en Mayagüez del sargento asesinado, Abimael Castro, para pedirle que renunciara utilizando el altavoz del auto de patrullaje.
No hay duda alguna que el agente Ortíz incumplió con el reglamento policial al faltarle el respeto a un superior, en este caso nada menos que el mismo superintendente. Sin embargo, es también obvio que existe un atenuante: las falsas acusaciones de don Emilio hacia el fallecido al decir que éste no encendió la cámara del auto de patrulla como indican los procedimientos. Don Emilio culpó al fallecido, que por demás iba a ser nombrado policía del año por su desempeño, de no haber llevado a cabo los procedimientos pertinentes durante la imposición de la multa al que sería su asesino. Luego se comprobó que la inmensa mayoría de las cámaras de seguridad de los carros de patrulla no funcionan... incluyendo la cámara del auto de patrullaje del fallecido.
Aquí tenemos dos injusticias: 1.- el llevar a sus últimas consecuencias la violación al código de conducta del agente Ortíz, es decir, su despido; y 2.- que el superintendente no tenga ninguna penalización por acusar falsamente a un policía caído durante el servicio, porque es obvio que tampoco debe cumplir con el código de conducta acusar a un subordinado de manera falsa y alevosa.
Cuando oíamos ayer a don Emilio explicando el porqué se suspendía al agente Ortíz (el posible despido no fue discutido en dicha entrevista) vimos a un don Emilio elocuente, elocuente como nunca le habíamos visto. Nos dio la sensación que el rencor que llevaba dentro al sentir que su incompetencia fuera desvelada por uno de sus subordinados le hiciera hablar con mayor soltura. Dicha fluidez nos hizo pensar que cuando se explica mal y torpemente en otros asuntos lo hace así porque quiere, no porque no pudiera explicarnos mejor las cosas. Nos parece que don Emilio se hace el tonto cuando quiere...
Entendemos el enfado del agente Ortíz, que ve cómo el superintendente asiste al velorio del agente fallecido para ganar puntos políticos y mejorar su imagen ante los medios de comunicación cuando horas antes había acusado al fallecido, quien no se puede defender, de hacer mal su trabajo, cuando da la casualidad de que era uno de los mejores policías del país, incluso profesor de novatos y compañeros... Estamos seguros que Ortíz solamente verbalizó lo que sienten miles de sus compañeros: que don Emilio no los representa dignamente y debería renunciar al cargo.
Nos preguntamos... ¿qué hubiera hecho un superintendente competente? Antes que nada, un superintendente competente no hubiese llegado a enajenarse a la policía como ha hecho don Emilio, pero dejando esto de lado por un momento, un super sensato no hubiera acusado al fallecido de no seguir el procedimiento antes de confirmarlo sin duda alguna (incluso quizá no lo hubiera acusado abiertamente a los medios aún cuando su torpeza hubiese sido confirmada, o en todo caso hubiera dicho que había sido una lástima que la cámara no filmase al asesino para haber falicitado la pesquisa...). Además, un super sensato no hubiese despedido al agente Ortíz, quizá lo hubiese reprendido con una suspensión temporal, diciendo a los medios que entendía la frustración del agente Ortíz, incluso quizá se hubiese disculpado admitiendo haber metido la pata al haber dicho que el procedimiento no se había seguido antes de comprobar que la cámara en realidad estaba rota..., o hubiera dicho que hay que corregir las carencias de los medios electrónicos, etc., etc.
Sin embargo entendemos que don Emilio es un incompetente y no puede hacer nada para remediarlo. Luego de ganarse a pulso el repudio de muchos de sus subordinados, de los medios de comunicación, de la ciudadanía y de un cada vez más amplio sector político, don Emilio ha optado últimamente por limpiarse las manos como Pilatos echándole la culpa a quien sea necesario: el pueblo tiene la culpa de la criminalidad por no apoyar a la policía, los padres por no saber qué carajo hacen sus hijos, los policías que son asesinados no estaban cumpliendo al pie de la letra los procedimientos pertinentes... etc., de forma que por mucho que él cumpla con su cargo, las cosas no se pueden cambiar con dichos obstáculos foráneos a la policía en sí.
No cabe duda de que don Emilio lleva parte de razón, y éste es el verdadero problema ya que se perpetúa la incompetencia de su parte y se alarga el estado de inefectividad supina de la uniformada... y así seguimos, casi sin hacer nada, esperando que nombren a un superintendente competente que imponga cierto orden al cuerpo, que trace estrategias efectivas contra el crimen, y se gane el respeto de la uniformada... ¿Existe dicha persona?
Nos preguntamos... ¿qué hubiera hecho un superintendente competente? Antes que nada, un superintendente competente no hubiese llegado a enajenarse a la policía como ha hecho don Emilio, pero dejando esto de lado por un momento, un super sensato no hubiera acusado al fallecido de no seguir el procedimiento antes de confirmarlo sin duda alguna (incluso quizá no lo hubiera acusado abiertamente a los medios aún cuando su torpeza hubiese sido confirmada, o en todo caso hubiera dicho que había sido una lástima que la cámara no filmase al asesino para haber falicitado la pesquisa...). Además, un super sensato no hubiese despedido al agente Ortíz, quizá lo hubiese reprendido con una suspensión temporal, diciendo a los medios que entendía la frustración del agente Ortíz, incluso quizá se hubiese disculpado admitiendo haber metido la pata al haber dicho que el procedimiento no se había seguido antes de comprobar que la cámara en realidad estaba rota..., o hubiera dicho que hay que corregir las carencias de los medios electrónicos, etc., etc.
Sin embargo entendemos que don Emilio es un incompetente y no puede hacer nada para remediarlo. Luego de ganarse a pulso el repudio de muchos de sus subordinados, de los medios de comunicación, de la ciudadanía y de un cada vez más amplio sector político, don Emilio ha optado últimamente por limpiarse las manos como Pilatos echándole la culpa a quien sea necesario: el pueblo tiene la culpa de la criminalidad por no apoyar a la policía, los padres por no saber qué carajo hacen sus hijos, los policías que son asesinados no estaban cumpliendo al pie de la letra los procedimientos pertinentes... etc., de forma que por mucho que él cumpla con su cargo, las cosas no se pueden cambiar con dichos obstáculos foráneos a la policía en sí.
No cabe duda de que don Emilio lleva parte de razón, y éste es el verdadero problema ya que se perpetúa la incompetencia de su parte y se alarga el estado de inefectividad supina de la uniformada... y así seguimos, casi sin hacer nada, esperando que nombren a un superintendente competente que imponga cierto orden al cuerpo, que trace estrategias efectivas contra el crimen, y se gane el respeto de la uniformada... ¿Existe dicha persona?
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