Dada la popularidad de Yuyo y los buenos recuerdos que tenemos de él varias generaciones de puertorriqueños, han decidido inmortalizarlo convirtiéndole en una especie de robot, que lo que quiere decir es que van a conservar su exterior y van a colocar un esqueleto de metal en su interior que podrá gesticular al capricho del que lo maneje, o de forma autónoma con una serie programada de movimientos.
Nosotros en El Coquí Cojo creemos que la cosa no debe parar ahí, que en realidad lo que se merece Yuyo es que lo convirtamos en un dios. Y como dios, debemos fundar una iglesia que lo venere, con actos o ceremonias periódicas, quizá una por semana donde podamos orar de forma colectiva recordando su memoria. Debe también ser objeto artístico, es decir, que sea un tema preferente para artistas y artesanos, y que se haga una imaginería seria de Yuyo, incluyendo pinturas, esculturas, tallas de madera y piedra. Así el pueblo podría comprar una imagen o una pintura y ponerla en su hogar para que sea un recordatorio permanente.
Tampoco estaría de más hacer carrozas con su imagen en varios momentos de su vida para hacer procesiones donde las multitudes muestren públicamente su devoción hacia él, especialmente a sus logros de unirnos en hermandad y sosiego, un tributo a su constante afán de invitarnos a la redención del alma, a olvidar las penas y reírnos con él.
Tampoco estaría de más hacer carrozas con su imagen en varios momentos de su vida para hacer procesiones donde las multitudes muestren públicamente su devoción hacia él, especialmente a sus logros de unirnos en hermandad y sosiego, un tributo a su constante afán de invitarnos a la redención del alma, a olvidar las penas y reírnos con él.
Se debe escoger un grupo o equipo de escritores, digamos cuatro, que escriban versiones diferentes pero lo suficientemente coherentes para conservar una cierta convergencia de miradas, de la vida de Yuyo, de sus momentos más importantes, de sus nobles gestos hacia el pueblo boricua, etc. También el recuento debe incluir los momentos difíciles de su vida como el apresamiento en África, la desolación de la cautividad, los abusos de los que le atraparon, el martirio al que se vio sometido, etc. Luego su llegada a la tierra prometida, en este caso el Monoloro de Carolina.
Es importante reflejar su relación amorosa hacia los niños, de los que le gustaba estar siempre rodeado, de su amabilidad y de sus sonrisas amplias y abiertas.
En fin, no perdamos más el tiempo y fundemos la Iglesia de Yuyo de los Últimos Monos.
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