Hacia las 11 de la mañana de hoy, un cadáver se cayó de la ambulancia del Instituto de Ciencias Forenses que lo transportaba para hacerle la autopsia de rigor en casos de asesinato. Nos imaginamos la escena y se nos paran los pelos de lo macabro, especialmente el grito que habrá dado el conductor del carro que seguiría a la ambulancia...
Según la directora de ICF, María Conte, se harán las averiguaciones pertinentes para ver qué pasó. Según Conte, los empleados de la ambulancia le dijeron que la puerta estaba correctamente cerrada (qué van a decir los pobres... que dejaron la puerta abierta, el cadáver suelto en la camilla...). Con tal de no perder el trabajo no dudarían en decir que el cadáver se desató las correas de la camilla, se levantó y trató de huir...
Lo importante es que el IFC no perdió un cliente, que imaginemos por un momento que seguía con vida... hasta que cayó al pavimento a 40 millas por hora. Por un lado debe ser un caso bastante raro, pero por otro su asesinato es sólo uno entre más de mil... es decir, de los más de mil cadáveres transportados por el ICF, sólo uno se ha caído de la ambulancia. Desde luego que las matemáticas a veces engañan.
No sabemos el nombre del pobre hombre, pero le deseamos lo mejor en el entierro y que los portadores del ataúd no tropiecen y dejen caer el féretro, se abra la puerta, y termine rodando por el suelo... Si esto llegara a pasar, sería oportuno declararle como reencarnación del Gran Houdini...
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