Somos un país verdaderamente macabro. Tenemos obsesión por contar los muertos. No nos importa tratar de evitar que se maten los unos y los otros, lo que nos importa es que se cuenten los cadáveres… No sería raro que algún día cambiemos el código penal de forma que el asesino de un cadáver que no se ha encontrado sería doblemente penalizado. Necesitamos ver el cadáver, contarlo. Como ejemplo sólo tenemos que pensar qué sucede cuando se estrella una avioneta o un helicóptero. Todos sabemos que están muertos, pero no escatimamos recurso alguno para recuperar los cadáveres. Como es el caso del helicóptero militar que se cayó hace unos meses. Luego de meses seguíamos gastando millones de dólares con un equipo de más de 200 personas buscando los restos del siniestro… los cadáveres había que encontrarlos costase lo que costase. Todos sabíamos que estaban muertos, pero no bastaba, había que encontrarlos para poderlos contar definitivamente. Y ahora con la avioneta que volaba de Culebra a Ponce. No nos importa que pasen años, pero encontraremos los cadáveres... sólo para contarlos y quedarnos tranquilos.
Todos los días nuestros medios de prensa y comunicaciones se encargan del conteo de los asesinatos. No nos cabe duda que los gatilleros están alborotados y orgullosos de romper el récord de asesinatos del país. Es una proeza si pasamos de los 1000 este año. Una cifra realmente hermosa.
Creemos que si un policía pudiera evitar el asesinato número 1000, no lo haría, simplemente por lo que representaría. El hipotético gatillero descubierto en el acto sólo tendría que decirle al policía en cuestión: “Ay bendito, que este es el número 1000”. Y el policía le diría: “Está bien, pero déjame irme primero y vuelvo dentro de media hora para contar el cadáver…”.
En el fondo llevamos un ser verdaderamente macabro y tomamos con ansiedad el periódico por la mañana para ver cómo va el conteo…
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