El dato de que en la última década la población menor a los 18 años ha descendido un 17.3%, lo que representa unos 188,806 jóvenes menos (de 1,092,101 a 903,295) es alarmante. El éxodo de puertorriqueños dadas las condiciones económicas (que no mejorarán lo suficiente para detener el éxodo en varios años) está cambiando el panorama de nuestra población más allá de lo anticipado. Recordemos que los niños que se van con sus padres a USA no volverán, se criarán en EEUU y ya no volverán a nuestra isla, a no ser de vacaciones para visitar a la familia.
El gran problema es que los cambios demográficos tienen generalmente repercusiones a largo plazo. En otras palabras, suelen tener el efecto de la bola de nieve, que crece sin parar. El éxodo de unos pocos representa el éxodo de muchos más después, ya que el éxito de los que se van nutre las ganas de irse a los que se habían quedado.
Todo esto se lo debemos a los miserables políticos que tenemos, que se limitan a decir tonterías y promulgar proyectos de ley tontos que no benefician a nadie. El panorama de políticos que sepan administrar es patético. Un ejemplo es el nuevo superintendente. De sobra demostró no saber nada en las sesiones de preguntas, y aún así, no hay nadie que se oponga a su nombramiento. A pesar de decir que no cambiaría nada de la estrategia del superintendente anterior, es decir, las estrategias que claramente fracasaron, es nombrado de manera unánime. No seamos tontos, el partido Popular dijo que quería demostrar la unidad que nos hace falta, cuando la verdad es que era obvio que nada cambiaría con este nuevo superintendente, lo que a priori beneficia al partido Popular. Los populares simplemente votaron por razones partidistas, no por el bien del pueblo puertorriqueño.
Esta es la política que tenemos y nos ha llevado donde estamos, y seguirá el camino de la espiral descendente. Es obvio que el que pueda irse, que se vaya, que aquí todo irá a peor. Y con ellos se irán nuestros hijos, que ya no volverán.
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