El gobierno sigue su campaña de deteriorar la imagen de nuestra isla como un enclave tropical afrodisiaco facilitando que gente de afuera pueda casarse en la isla. Sin duda alguna, en unos años tendremos a miles de extranjeros y americanos divorciados y amargados con el horrible recuerdo que se casaron en nuestra isla.
Para promover el turismo, lo que tendríamos que hacer es promover el turismo sexual, estableciendo normas fácilmente quebrantables y laxas que permitieran el florecimiento de la industria del placer sexual. El nombre de Puerto Rico correría de boca en boca, de rincón en rincón por todo el orbe, con la idea inequívoca de ser un lugar donde vale la pena ir y pasárselo en grande…
Vamos, que haciendo de nuestra isla un destino para bodas, estamos simplemente destruyendo toda posibilidad futura de convertirnos en un destino turístico de primer nivel.
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