La República Bananera de Puerto Rico

Los hechos producidos ayer por la manifestación pacífica estudiantil en el Capitolio de PR son lamentables y nos deberían avergonzar como puertorriqueños. La actitud de la policía a utilizar la violencia como primera respuesta habla por sí sola de la inoperancia e injusticia de nuestro gobierno.

Tanto que hemos presumido de nuestro sistema democrático, cómo nos hemos sentido superiores antes regímenes autoritarios latinoamericanos… y la realidad es que nos hemos convertido en una república bananera. Ya no tenemos nada de lo que presumir, ni tenemos ningún argumento para seguir criticando los sistemas políticos de Cuba o Venezuela. Fortuño es otro Chávez. Ya no tiene fuerza moral de criticarle ya que él mismo aplica las mismas políticas de control dictatorial de las instituciones públicas, del desmantelamiento de los derechos civiles, etc., etc.

Mientras tanto, la sociedad puertorriqueña sigue cayendo en la espiral de la destrucción, del crimen y los vicios, de la destrucción de toda oportunidad de progreso, de la imposibilidad de alcanzar una vida digna y productiva.

Es irónico pensar que el crimen se haya convertido en la fuente de trabajo más importante en nuestro país, tanto por el personal de seguridad necesario para “disque” combatirlo, como para la juventud puertorriqueña que se ha quedado sin medios alternos de “progresar” económicamente (ya ni pueden ir a la universidad pública).

El pueblo está tan desesperado para encontrar maneras de conseguir dinero, que incluso gente que ha sido estrictamente decente a lo largo de sus vidas no dudan en romper la ley si estiman que las posibilidades de ser descubiertos son lo suficientemente pequeñas. El ejemplo más reciente son los más de 500 acusados de fraude con la aseguradora médica AFLAC. ¿Cómo gente que había sido decente se presta a hacer reclamaciones fraudulentas? Simplemente porque la tétrica situación del país ha llegado a modificar la escala de valores éticos a lo largo de los años, llegando a que la misma sociedad vea con menor rechazo los “pequeños crímenes” como el soborno, el fraude, el mercadeo de influencias…

Si ya ni nos conmueven los mil asesinatos anuales, y podemos seguir comiendo tranquilamente ante las imágenes más atroces de cuerpos mutilados y sangrientos… ¿qué vamos a pensar de alguien que se roba una camisa de una tienda?