Cada vez que McClintock habla, temblamos. No podemos evitar pensar que este señor es la encarnación del personaje de muñequitos Dexter, el que quiere hacerse el amo del mundo, que trabaja incansablemente en el laboratorio (no que McClintock nos parezca inteligente como Dexter ni mucho menos).
El último tema de este hombre es el cable submarino para venderle electricidad a la República Dominicana. Lo primero que nos viene a la imaginación es un millón de dominicanos electrocutados. En fin, que PR tiene exceso de producción eléctrica y que así podríamos venderla. Y que con las ganancias, podríamos bajar las facturas de la luz a los usuarios puertorriqueños.
Estas declaraciones nos huelen muy mal, a lo de “vamos a contar mentiras”. Es muy sencillo: 1.- nunca nos dice lo que un proyecto de estos nos costará ni cuánto durará en instalarse por lo que no sabemos cuántos años pasarán en amortizar la inversión, y empecemos a ganar algo de dinero, 2.- nunca nos dice los detalles de los planes, porque todos estos proyectos tienen un montón de efectos secundarios y nocivos en lo que se refiere a los asuntos ambientales.
Claro, encima de todo, el político no deja que termine la entrevista sin mencionar, así de pasada, que luego el gasoducto Vía Verde podría servir para venderle gas natural a la República Dominicana. El que vea el mapa del gasoducto se dará cuenta que esto requerirá otro ramal que atraviese la mitad oeste de PR, es decir, que nuestra isla terminará pareciéndose a las cicatrices que en antaño dejaban las extracciones de apéndice o las cesáreas, pero sin posibilidad de cicatrización.
Otro de los problemas obvios es que una vez el proyecto sea terminado, la demanda eléctrica de los puertorriqueños habrá aumentado (en caso de que progresemos, claro está) y el superávit energético del que gozamos hoy ya no existirá, por lo que para vender algo tendremos que aumentar la producción energética, es decir, poner más plantas eléctricas…
Y todo por no hacer lo que debemos hacer. Por ejemplo, si instalamos parques eólicos y granjas solares en el área oeste del país, podríamos venderle electricidad a la República Dominicana también, si lo hacemos bien. O incluso, promover la fabricación de molinos y colectores solares, exportárselos a nuestros vecinos o intercambiarlos por electricidad por un número de años. Así aprovechamos la orografía dominicana también, mucho mayor a la nuestra, y estrechamos nuestros vínculos con ellos.
Reacción de McClintock al leer El Coquí Cojo
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