Con una UPR de 35,000 a 40,000 estudiantes para otoño del 2012, no tendrá mucho sentido intentar mejorar la educación pública secundaria, y menos aún la primaria. ¿Para qué?, si al fin y al cabo no podrán entrar en la UPR cuando terminen la escuela secundaria. ¿Para qué darle estudios a nuestros niños si van a terminar sirviendo mesas en Chili´s, o colocando mercancía en los anaqueles de WalMart o Sears?
Como las universidades privadas se nutren en su mayoría de estudiantes de clase media alta de colegios privados (y empleados jóvenes que a los 25 – 35 años se dan cuenta de que necesitan formalizar algún título universitario para progresar en sus actuales trabajos o acceder a mejores empleos), no tendrá sentido alguno para el gobierno hacer gastos para mejorar la instrucción pública. No sabemos si este plan ya existía al despedir a tantos miles de maestros a raíz de la Ley 7, pero tampoco podemos descartarlo.
Muchos todavía opinan que la UPR nunca debió aumentar el número de estudiantes como lo hizo a finales de la década de los 90 y principios de la del 2000 ya que la “calidad promedio” del estudiante dio un “bajón” no apto para los elitistas del país. Así que suponemos que esta gente estará de beneplácito con la ola de elitismo en la que la UPR se está sumergiendo sin demora alguna.
No dudamos que la oligarquía del país llegue a pensar que la desacreditación de la UPR sería beneficiosa para el país para que con ello se llevaran a cabo reformas aún más profundas en el sistema educativo del país, como despedir a cientos de profesores e intelectuales de ideas izquierdistas y proletarias, hundir aún más el ya casi inexistente movimiento independentista, e incluso ir más lejos y reducir el número de escuelas secundarias, seguir despidiendo a maestros y demás "gente de mal vivir" y sanear las cuentas del gobierno para dedicar los fondos a proyectos más "nobles" y suculentos económicamente para la clase alta. Y que con un poco de suerte, regresemos a una economía agrícola con plantaciones de café y cañaverales gestionados por ellos, montados en sus caballos con el revólver al cinto y el látigo presto a poner a los peones en su sitio.
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