Un micrófono que pusimos debajo del escritorio de José Ramón de la Torre recogió la siguiente conversación:
Ana: ¿Oyeron la idiotez de los estudiantes que proponen que en lugar de irse a la huelga estudiantil, hagan una huelga de hambre?
José: ¿Es que no se dan cuenta de que no me he reunido con ellos hasta la víspera de la huelga? Como hagan huelga de hambre me podré ir de vacaciones.
Igrí: Se van a morir de hambre. Podríamos comenzar un sistema de apuestas a ver cuántos días cada estudiante aguantaría sin comer.
Ana: Bueno, ¡los que hagan huelga de hambre podrán pagar la cuota con lo que se ahorren en comida!
José: Los gorditos ahorrarían un montón. ¡Quizá a esos se les debería aumentar la cuota!
Ygrí: Sí, calcular la cuota proporcionalmente con el peso. Así podríamos calificar la medida como una iniciativa para combatir la obesidad de los estudiantes. Tienes que pagar una cuota equivalente a $6 por libra de peso. Así un gordo de 200 libras pagaría $1,200 de cuota.
Ana: ¡Yo tenía estudiantes de 300 libras! ¡1,800 pesos!
José: ¿Y qué servicios médicos tendrían? Porque si cuentan con nuestros servicios médicos en el recinto, ¡se van a morir!
Ygrí: Podríamos forzarles a hacer la huelga de hambre en un auditorio de esos que nunca se usan, y cobrar la entrada a quien quiera verlos. Algo así como un zoológico...
Ana: O mejor aún, poner una cámara y ponerlos en el internet. Y que el que quiera entrar a la página, que pague. Si le damos publicidad, entrará gente de todo el mundo.
José: Podemos llamar a la página UPR: Universidad Para Rebajar…
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